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Editorial

Los edificios japoneses que bailan al compás de la tierra

En Japón yacen algunos de los edificios más peculiarmente resistentes a los movimientos telúricos. Su fortaleza reside en un diseño inteligente que no se opone, sino que acompaña a los desplazamientos y balanceos que las fuerzas tectónicas le imponen.

Como guardianes silenciosos emergen colosos que se imponen hasta el cielo. Son torres construidas con gran solidez pero con flexibilidad suficiente como para moverse. Es que luego del terremoto de Tokohu en 2011 Tokio decidió evitar que se repita la traumática devastación que debió superar y, de este modo también enfrentar con mayor margen los 5000 terremotos que se calcula sufre anualmente.


foto (c) crédito Getty Images

El ingeniero en estructuras Jun Sato explica que el tiempo dio a los especialistas la experiencia para generar la idea que cada edificio, por pequeño y económico que sea debe ser capaz de resistir mínimamente un movimiento de tierra para no convertirse en un peligro para los ciudadanos. El profesor de la universidad de Tokio aclara que hay dos tipos de estructuras: los que resisten pequeños eventos sin necesidad de reparaciones, y los que son capaces de aguantar terremotos de magnitudes importantes.

En el último caso ya no es posible garantizar la integridad perfecta de la construcción, y se limita a garantizar que los daños no sean peligrosos para los humanos. Esto es un verdadero desafío ya que implica el desarrollo de dispositivos que sean capaces de absorber y canalizar los movimientos súbitos. Sato lo explica diciendo que cuando las estructuras son capaces de absorber la energía de un sismo, entonces son capaces de sostenerse sin colapsarse. Para ello trabajan en lo que se denomina aislamiento sísmico.

La estrategia consiste en apoyar las construcciones en un dispositivo capaz de absorber los movimientos bruscos. Muchas veces se trata de bloques de goma de unos 30-50cm de espesor que se colocan debajo de las columnas maestras. También se colocan amortiguadores de vibraciones a lo largo de toda la construcción desde abajo a arriba en el tope, para mejorar la absorción de los desplazamientos y movimientos ondulatorios, evitando quiebres y rupturas. Lubkowski, también especializado en estos temas, sostiene que un edificio puede moverse hasta un metro y medio de su posición original, pero solo si se emplean estos complementos cada dos pisos. De esta manera se pueden evitar daños mayores. Los amortiguadores secundarios no son iguales a los del basamento, sino que son como cámaras de una llanta pero que contiene líquido en vez de aire.

Otra estrategia para mejorar la resistencia ante sismos, consiste en un diseño mejorado de forma tal que, como sostiene Lubkowski, sea lo más regular posible en su figura. De esta manera las tensiones que se generan en la mayoría de los sismos pueden contrarrestarse por la propia forma de reaccionar de la geometría en la construcción. El peso y altura contribuyen a disipar de manera positiva los desplazamientos. En este punto se requiere un trabajo colaborativo entre los especialistas en estructuras y los arquitectos, para lograr una estética que a la vez de agradable sea segura para los habitantes.

Entre las construcciones de Tokio se pueden ver rascacielos «neofuturistas»donde se incorporan elementos del diseño tradicional de la pagoda con estructuras antisísmicas discretas.

Algunas otras alternativas que los ingenieros están desarrollando incluyen redes de protección discretas pero elegantes, como supraestructura colchones de aire con campos específicos que mantienen suspendidas las construcciones, elementos de construcción con materiales absorbentes como reemplazo de otros tradicionalmente más rígidos, y estructuras experimentales del estilo poliédricas. El repertorio es creciente y prometedor.


Daniela López De Luise

Academia Nacional de Ciencias de Buenos Aires

Coordinadora Académica CETI